En el quehacer clínico actual, es cada vez más frecuente encontrarse con pacientes cuya queja o motivo de consulta corresponde a una serie de situaciones y vivencias que son sentidas con dolor o angustia, y que son producto de la manera como ellos mismos se relacionan con el mundo.
Pareciera ser que su sufrimiento es el resultado de dificultades para relacionarse de manera eficaz con su propia vida. En la mayoría de esos casos, nos encontramos con pacientes cuyo diagnóstico de base es un Trastorno de Personalidad.
¿Qué es la Personalidad?
Se entiende por personalidad a todo lo que identifica al ser humano en forma individual a lo largo del ciclo vital: el estilo de vida, la forma de relacionarse con sigo mismo y con los demás, las motivaciones, las creencias y concepciones del mundo, etc.
En los últimos años, se ha logrado plasmar una definición de personalidad a partir de los “rasgos de personalidad”, es decir de sus componentes. Los rasgos de personalidad son “pautas duraderas de percibir, pensar y relacionarse con el ambiente y con uno mismo, que se hacen patentes en un amplio margen de contextos personales y sociales”.
Este funcionamiento personal característico se encuentra consolidado y posee una generalidad y coherencia de respuestas en distintos tiempos y contextos; esto quiere decir que la persona tiende siempre a comportarse de la misma manera.
Todos tenemos rasgos de personalidad característicos: algunas personas serán rígidas, otras serán superficiales, algunos muy dependientes o independientes, algunos serán impulsivos, otros reflexivos, etc.
Normalmente, estos rasgos nos resultan funcionales o disfuncionales en distintas circunstancias; y generalmente logramos modularlos, para adaptarnos de mejor manera al entorno.
Por lo tanto, las personas sin trastornos de personalidad, a pesar de tener estilos de comportamiento propios y característicos; tienen la capacidad de desarrollar conductas alternativas frente a una situación, cuando la respuesta personal no resulta eficiente.
Esta flexibilidad adaptativa diferencia a las personalidades normales de los trastornos de personalidad.
¿Cómo son los Trastornos de Personalidad?
Para que los rasgos de personalidad configuren un trastorno de personalidad deben poseer ciertas características especiales: “que sean inflexibles, desadaptativos, y causen disfunción social u ocupacional significativa, o malestar subjetivo”.
Esto significa que en los Trastornos de Personalidad los rasgos característicos de personalidad se presentan:
- Exacerbados, rígidos, resistentes al cambio,
- Dificultan la adaptación al entorno,
- Provocan problemas en distintas áreas de desarrollo (social, laboral, familiar, etc.), y por lo tanto sufrimiento (a nosotros mismos y a los demás).
En este contexto los especialistas han agrupado ciertas características comunes y han definido 10 Trastornos específicos de la Personalidad, cuyas características se detallarán en futuros artículos:
- Trastorno de Personalidad Esquizoide
- Trastorno de Personalidad Paranoide
- Trastorno de Personalidad Esquizotípico
- Trastorno de Personalidad por Dependencia
- Trastorno de Personalidad Evitativo
- Trastorno de Personalidad Obsesivo Compulsivo
- Trastorno de Personalidad Histriónico
- Trastorno de Personalidad Narcisista
- Trastorno de Personalidad Antisocial
- Trastorno de Personalidad Limítrofe
Aunque los tratamientos difieren de acuerdo con el tipo de Trastorno de Personalidad, algunos principios generales se pueden aplicar a todos.
El tratamiento se basa en la psicoterapia, existiendo algunos tipos de psicoterapia que han demostrado su eficacia en forma científica.
Los medicamentos tienen utilidad para manejar rasgos específicos de cada trastorno (descontrol de impulsos, ansiedad reactiva, etc.). Estos rasgos específicos estarían relacionados con déficits neuroquímicos a nivel cerebral que se han detectado en los distintos tipos de trastornos.
Los fármacos también resultan de utilidad para manejar las complicaciones psiquiátricas que se pueden presentar asociadas a estos trastornos (trastornos depresivos, trastornos por dependencia a sustancias, etc.).
El objetivo terapéutico será la modificación, modulación y/o re-administración de los rasgos disfuncionales; en general se trata de tratamientos que requieren un plazo prolongado para obtener efectos sustanciales.
En términos generales el pronóstico de cada paciente dependerá en gran medida, del arraigo que los rasgos disfuncionales de personalidad tengan en cada persona en particular, y del tipo específico de Trastorno de Personalidad.
Autores: Psicóloga Bárbara Serra Wilkens y Dra. Claudia Barrera Renault
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