La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que afecta mayoritariamente a adolescentes y mujeres jóvenes, con una prevalencia de hasta un 3% en la población. Nueve de cada diez personas con anorexia son mujeres y más de la mitad de los casos se presentan antes de los 20 años.
Las personas que tienen más riesgo de presentar anorexia son aquellas que tienen familiares con trastorno de conducta alimentaria, depresión, trastorno de ansiedad y también quienes se encuentran bajo regímenes que requieren bajo peso (como bailarinas de ballet, gimnastas, etc.)
El inicio de estas conductas puede verse precedido por algún evento que fue significativo para quien presenta anorexia, como una perdida en lo afectivo, una dificultad familiar grave o también un problema académico serio. Muchas veces estos pacientes generan conductas extrañas frente a la comida, como evitar comer con la familia o en público, interesarse de manera exagerada por la alimentación, etc.
Las personas que presentan esta enfermedad sienten un temor genuino a subir de peso y engordar, además de tener una imagen distorsionada de sí mismas (tanto en las dimensiones como en la forma de su cuerpo, es decir, realmente logran verse o percibirse de una manera distinta a como las ve el resto) y es por esta razón por la cual tienen graves dificultades para mantener un peso normal.
Habitualmente, las personas con anorexia nerviosa restringen lo que comen, ya sea haciendo dietas extremas, ayunando o haciendo excesivo ejercicio. Otro grupo alterna períodos de restricción de alimentos con atracones, pero realizando purgas posteriores a través del vómito, de uso de laxantes, ejercitando de manera extremadamente rigurosa o una mezcla de éstos, todo para intentar eliminar las calorías ingeridas (anorexia nerviosa purgativa).
La anorexia nerviosa no solo genera síntomas en el área psiquiátrica, sino que al generarse una malnutrición severa, su impacto en otros sistemas es importante. Por ejemplo, en la esfera endocrinológica y ginecológica las mujeres con anorexia nerviosa pueden presentar importantes alteraciones menstruales llegando incluso a dejar de menstruar (amenorrea).
Es por esto último que el tratamiento de la anorexia requiere un trabajo en equipo, tanto por parte de los profesionales de la salud como de la familia, de manera que estos últimos logren identificar los factores estresantes que se encuentren en su ambiente cotidiano y que pudieran influir en futuras recaídas y de esa forma, lograr instaurar un patrón de alimentación saludable. Psiquiatra, internista, psicólogo y nutricionista trabajaran en equipo, tanto para evaluar la condición física y mental del paciente como para, de manera posterior, lograr establecer un esquema de trabajo para recuperar un peso sano de manera segura, a fin de evitar las posibles complicaciones que pudieran surgir con la realimentación. Este tratamiento será ambulatorio u hospitalizado, según sea el riesgo inmediato para la salud del paciente.
Prevención y manejo en la familia
Para trabajar en prevención, se debe poner especial hincapié en la educación que los padres les transmiten a sus hijos sobre hábitos alimenticios saludables, enfocando esto como tema de salud y no estético. Idealmente también se debe dosificar la exposición de los niños y adolescentes a los medios masivos, donde pudieran estar expuestos a imágenes de físicos no saludables, sin el acompañamiento adecuado que pueda ayudarlos a tener un juicio crítico ante los modelos culturales y mensajes de los medios de comunicación.
Los especialistas sugieren a las familias no realizar descalificaciones a los niños y adolescentes si existe sobrepeso, sino que es siempre mejor orientarlos a una alimentación balanceada y motivarlos a la realización de actividad física. Evitar el “estás gorda/o”.
Idealmente se debe instaurar la rutina de comer en familia, de manera que los padres puedan aprender a detectar conductas clásicas que estos pacientes realizan para evitar comer: juegan mucho con la comida, la cortan en pedazos, separan y restringen selectivamente numerosos alimentos.
Estar atentos a la forma en que los adolescentes esconden la baja de peso, como ponerse ropa en muchas capas, así como la forma en la que manejan la sobre ingesta de comida: botan o esconden la comida, toman laxantes y diuréticos, corren al baño inmediatamente terminada una comida o realizan extenuantes rutinas de ejercicios.
Finalmente, lo más importante es que los padres deben mostrarse cercanos a sus hijos y generar confianza de manera que ellos puedan sentirse acogidos y contarles lo que les está sucediendo.
Por: Dra. Berta Muñoz López. Médico psiquiatra de adultos y Directora Médica de la Unidad de Atención Clínica de Cetep.