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¿Cómo ayudar a los niños ante una catástrofe?

Experiencia

Ante los desastres naturales es importante considerar que es esperable que hayan situaciones incontrolables, una reacción de angustia. Éstas se constituyen como una respuesta adaptativa que nos permiten hacer frente a la situación, estar preparados en el futuro inmediato y elaborar los acontecimientos de manera positiva, constituyendo una situación de aprendizaje.

¿Cómo viven los niños las situaciones de desastre? 

Los niños no se escapan a esta realidad y requieren integrar esta nueva experiencia. Un desastre natural amenaza el sentido de seguridad y control que tenemos y en los niños, esto puede ser aún más intenso. Así, es esperable que estén más apegados que nunca a los adultos que les brindan una sensación de seguridad.

Ellos se han visto expuestos de manera directa a la destrucción producida por la catástrofe, en ocasiones experimentando la muerte de algún ser querido. Pero, además, se han visto afectados secundariamente al vivenciar el terror, la impotencia, la angustia de sus padres, ya que ellos depositan su confianza en la seguridad que los adultos les brindamos. Por otra parte, los miedos también pueden surgir de la propia imaginación de los niños y es fundamental tener esto en consideración ya que el niño vive sus fantasías otorgándoles realidad.

¿Cómo ayudarlos ante una catástrofe? 

Es importante no negar lo ocurrido. Si bien algunos padres evitan el tema con el fin de protegerlos, esto impide que el niño exprese sus temores y aclare sus dudas. Se recomienda explicar al niño en forma simple y clara lo que ocurrió. Es bueno aprovechar sus preguntas para despejar fantasías que el niño pueda tener. También es importante no sobrecargar al niño con información que él no necesita. Lo ideal es mostrarse receptivo a hablar el tema con él y dejarlo a él marcar la pauta de la conversación.

  •  Expresar Emociones:

Hable con su hijo sobre los sentimientos que él tiene. No los juzgue, más bien recíbalos, acoja y tranquilice al niño tiernamente. Permítale que llore, sin pedir que sea fuerte. Usted también puede compartir lo que siente con él; eso los acercará y le va a permitir al niño saber que es comprendido por usted. Cuéntele al niño cómo maneja sus miedos.

Los niños no sólo expresan emociones verbalmente como lo hacemos los grandes. Los dibujos o los juegos pueden ser una vía muy rica para tratar el tema, especialmente en los niños que están muy contenidos y no logran hablar.

  •  Aceptar las reacciones y volver de a poco a la normalidad.

Algunos niños pueden volver a conductas más infantiles. Por ejemplo, empezar nuevamente a chuparse el dedo, a mojar la cama, a estar demasiado apegado a usted. Intente aceptarlo. Como decíamos, tanto sus respuestas al estrés, como las de sus hijos, son esperables. Necesita consuelo y seguridad: evite regañarlo. Poco a poco vaya regresando a la normalidad.

  •  Vivirlo en familia

El que todos se puedan acompañar en el proceso es fundamental. Cada uno va a asimilar la experiencia de manera distinta. La unión de la familia le permitirá al niño sentirse a salvo. El cariño es una fuente de seguridad: sea cariñoso con él. Sobretodo, al momento de irse a dormir necesita sentirse seguro. Es normal que al principio quiera dormir con los padres, sin embargo, hay que ir retomando la rutina normal en la medida que lo vea preparado para hacerlo.

  • Permítale ayudar en el proceso de reconstrucción

Ayudar en el proceso es una manera muy constructiva de lidiar con nuestra pena y sentimientos de pérdida, luego del terremoto. Dele la oportunidad al niño de participar en esto si es que lo desea, él/ella puede hacerlo desde su edad por ejemplo, regalando un juguete o ayudando a reparar algo que se rompió en casa producto de la catástrofe. Esto le permite al niño sentir que él también tiene la fuerza para enfrentar lo que ha ocurrido. Si los síntomas persisten en usted o sus hijos, o si en lugar de disminuir se van haciendo más intensos, pida ayuda a un especialista.

Finalmente, cuando nos enfrentamos a situaciones tan radicales, no sólo surgen nuestros miedos y defensas; también surgen todos nuestros recursos y nuestra capacidad de afrontamiento. Si nos detenemos a mirar un momento, podemos ver nuestras fortalezas, las de nuestros hijos, la de la familia y la comunidad en miles de actos solidarios, en la preocupación y las ganas de ayudar. En la medida que cada uno despliega lo mejor de sí mismo y nos mantenemos unidos como grupo humano, somos capaces de hacerle frente a las tragedias que hemos vivido. A la hora del balance es importante preguntarse a estas alturas: ¿qué fortalezas he podido descubrir que tenemos como familia para afrontar las adversidades que la vida nos trae?

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