El egocentrismo y frialdad emocional de estas personas las llevan a buscar satisfacción inmediata de sus deseos y necesidades. A veces nos enteramos de noticias que conmocionan a la opinión pública, como un triple parricidio, violaciones y homicidios espeluznantes. Entonces nos preguntamos: ¿por qué lo hizo?, ¿cómo un ser humano puede hacer algo así?, ¿qué pasaba por su cabeza? Esto porque un acto tan agresivo y salvaje nos parece irracional e inhumano.
La personalidad, es decir, “nuestra manera de ser”, es la integración de los patrones conductuales derivados de nuestro temperamento, que es la “disposición innata a reaccionar de forma particular a los estímulos ambientales determinados genéticamente por el carácter», que es la manera en que se organizan estos patrones conductuales y por los sistemas de valores que nos entregan en la familia, en el colegio, etc.
Un Trastorno de Personalidad se podría traducir como una manera de ser que no resulta adaptativa al medio. Si nos referimos puntualmente al Trastorno Antisocial de Personalidad hablamos de una persona con un patrón general de comportamiento caracterizado por el desprecio y la violación de los derechos de los demás.
Sin escrúpulos
Habitualmente pensamos que la causa de tanto acto violento son los tiempos que vivimos, tan acelerados, sin momentos para la familia, con juventud que consume drogas, etc. Pero si nos remontamos en la historia encontramos que Teofrasto, discípulo de Aristóteles en el 200 a.de C. describió al “Hombre inescrupuloso”:
“El hombre sin escrúpulos pedirá prestado más dinero a una persona a la que nunca le haya devuelto nada. Cuando vaya a hacer la compra le recordará al carnicero que éste le ha quedado algo a deber y le pedirá a cambio algo de carne y, si puede, huesos para el caldo. Si la estratagema tiene éxito, mucho mejor; si no, comprará un trozo de tripa y se irá riendo”.
Es probable que recordemos algún caso de persona que siempre pide dinero prestado y no lo devuelve. Es más, a veces te vuelve a pedir diciéndote: “si…ya sé que tengo una deuda contigo, no la he olvidado, pero es que todavía no me han pagado la plata… y justo ahora se enfermó mi hija y… necesito por favor… préstame”.
El famoso siquiatra francés Phillipe Pinel, en el siglo XIX, comenzó a hablar de un tipo de persona demente (sicótica) pero con la capacidad de comprensión intacta, “como si únicamente las facultades del afecto hubiesen sufrido daño”. A fines del siglo pasado, el sicólogo Dr. Robert Hare propuso una escala que identifica los patrones de conducta de los sicópatas. A su juicio, las personas con Trastornos Antisociales de la Personalidad se caracterizan por su falta de sinceridad/cinismo y propensión al aburrimiento. Son mentirosos, manipuladores y sus afectos son superficiales. Pueden tener un estilo de vida parasitario, conducta sexual promiscua, falta de realismo y metas a largo plazo. Se dejan llevar por la impulsividad, irresponsabilidad y se niegan a asumir la responsabilidad de sus actos.
El sicópata antisocial, según Hare, es un sujeto superficial, locuaz y encantador; con una gran capacidad de manipulación y de control sobre las demás personas. Su emocionalidad es poco profunda, no se vincula efectivamente con nadie y tiene una manifiesta incapacidad de sentir culpa o remordimiento por el daño causado a sus víctimas. En general, es buscador de emociones fuertes, irresponsable y tiene un estilo de vida que depende del impulso del momento. No planifica su futuro y resta importancia a los problemas que sus acciones delictuales o transgresiones éticas pudiesen acarrearle. Tiene un desprecio total hacia las demás personas y un marcado egocentrismo.
En cuanto a su historia de vida, se ha encontrado que la mayoría de estas personas en su infancia ha tenido experiencias de agresiones físicas y sicológicas por parte de familiares cercanos, han sido abandonados y frecuentemente abusados sexualmente.
Muchos de ellos, durante la niñez, comienzan a maltratar a sus mascotas u otros animales, juegan con fuego pudiendo causar pequeños incendios, y ya entrada la adolescencia, muestran conductas de trasgresión más evidentes.
La persona con TAP, Trastorno Antisocial de la Personalidad, se diferencia de los enfermos mentales sicóticos en que no sufre de alteración alguna en su criterio de realidad. Su egocentrismo y frialdad emocional lo llevan a buscar satisfacción inmediata de sus deseos y necesidades, lo que logra por su habilidad de manipular y del uso de cualquier medio.
No acude a una consulta siquiátrica o sicológica espontáneamente, y de hacerlo será porque tiene alguna orden judicial o algún familiar se lo solicita. Sólo si le conviene recurrirá al médico, mostrándose interesado y complacido. Mantendrá adherencia al tratamiento farmacológico indicado, mientras perciba que esto le reporta algún beneficio.
Como miembros de una sociedad que debe poner en práctica patrones de convivencia sana para sobrevivir, desearíamos no encontrar en nuestro camino a personas con Trastorno Antisocial de Personalidad, pero a veces la realidad dice otra cosa. Nuestro aporte pasa por poner el máximo empeño como padres en tener relaciones familiares sanas y poner siempre en práctica la prevención frente a otros individuos.
Autora: Dra Vilma Ortiz. Médico Cirujano, Universidad de Chile. Psiquiatría Adulto, Universidad de Chile.