Todos tenemos rasgos de personalidad diferentes, en una combinación particular, que nos hace únicos, pero cuando estos rasgos son inflexibles y desadaptativos se configura un Trastorno de Personalidad (TP). Hay diferentes tipos, y en particular el TP antisocial (disocial, psicópata o sociópata) se describe como un patrón general de desprecio y violación de los derechos de las demás personas y se relaciona con acciones impulsivas, deshonestas, agresivas, irresponsables e incluso crueles, repetidas a lo largo de la vida.
En la esencia de este TP encontramos una imposibilidad o una menor disposición biológica a sentir miedo, pena, culpa, lo que permitiría finalmente que la persona lleve a cabo estas acciones sin sentir disconfort. Probablemente María del Pilar Pérez encaja bien en esta descripción, y encontramos personajes famosos retratados en películas como “La Naranja Mecánica” y “El silencio de los inocentes”. En la población general la sociopatía se presenta con una frecuencia de un 1% a un 3%, siendo más frecuentemente en hombres.
Pero tal vez lo más notable de toda esta descripción de personalidad, sea poder comprender que la menor capacidad de sentir de emociones (que generalmente consideramos poco agradables) como la pena y la culpa pueden llevar a una persona a cometer estas acciones socialmente deplorables. En una sociedad que fomenta cada vez más el alcance de metas personales a toda costa, existe una delgada línea que nos separa con la sociopatía: actos sencillos como colarse en una fila para no perder tiempo esperando, quedarse con un vuelto mal contabilizado o estacionarse en un estacionamiento para embarazadas para quedar más cerca de la entrada al mall, nos acercan sutilmente a la sociopatía en su mínima expresión, o en otras palabras nos transforman en un “sociópatas mínimos”.
Autora: Dra. Claudia Barrera Renault.
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