Aunque ya prácticamente no habla y suele estar adormecida, cuando Masi Maldonado (78 años) escucha los acordes de alguno de los boleros o tangos que solía oír en sus buenos tiempos, sus hijos notan que de inmediato algo cambia. «Mi mamá es otra cuando le pones música. Cuando escucha una canción se conecta, tararea y dice palabras de la letra. La poca conexión que tiene se multiplica con la música», cuenta su hija Paula.
La transformación que Masi experimenta al escuchar música se repite en gran parte de las personas que, como ella, tienen alzhéimer u otras demencias.
Lo que podría no ser más que anécdotas reportadas por cuidadores y familiares está siendo respaldado por cada vez más estudios que muestran que cuando pacientes con demencia escuchan o cantan música significativa para ellos, mejora su ánimo, se apaciguan estados de agitación y estrés, mantienen o mejoran habilidades cognitivas, sociales y emocionales, y se reduce la cantidad de fármacos antipsicóticos que necesitan.
Un estudio de neuroimagen funcional publicado en 2015 por investigadores del Instituto Max Planck mostró que la memoria musical de largo plazo en pacientes con alzhéimer suele permanecer intacta y funcional porque se almacena en áreas de la zona media del cerebro y del lóbulo frontal, distintas a las que se asocian a otros tipos de memoria. «Y son áreas que se ven poco comprometidas con el avance de la enfermedad de alzhéimer», explica la neuróloga Andrea Slachevsky, subdirectora del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (Gero).
Intervención positiva
Los beneficios han hecho que la música se incorpore como una actividad relevante a residencias de personas con demencia en diversos países. Organizaciones como Music&Memory en EE.UU. y Canadá, y Singing for the Brain o Lost Cord, en Reino Unido, son algunas de las que han llegado a miles de pacientes con iPods cargados con su música favorita o talleres de música participativos.
En Santiago, Nicole Chehade, terapeuta ocupacional de las residencias Acalis para adultos mayores, donde realizan sesiones de musicoterapia para trabajar aspectos cognitivos y motores de personas con demencia, señala que estas son «una forma de conectarlas consigo mismas y el espacio, de mantenerlas alertas y despertar su interés».
Los pacientes bailan o se mueven al ritmo de música tan variada como afro, folclórica, vals, clásica, bossa nova o capoeira. Además, tocan instrumentos como panderos, bongó, triángulos, güiros o toc tocs.
La experiencia, dice Chehade, ha permitido que «residentes que están gran parte del tiempo durmiendo, somnolientos y en silencio, abran los ojos, despierten y sonrían».
En el Programa del Adulto Mayor de la Municipalidad de Quintero, la música se utiliza hace cinco años para hacer prevención de demencia. Los asistentes usan instrumentos para hacer improvisaciones. También cantan canciones familiares y memorizan la letra de temas nuevos. Fabiola Macua, musicoterapeuta y encargada de los talleres, ha constatado que «el uso de la melodía como apoyo es un inmenso estimulador para el trabajo de la memoria, sobre todo la inmediata».
La doctora Slachevsky destaca que «cuando se evalúan efectos de terapias no farmacológicas en demencia, lo que se requiere es evidencia de un impacto clínico: que mejore la funcionalidad o la calidad de vida, se reduzcan trastornos de conducta o el paciente requiera menos apoyo del entorno». En ese sentido, agrega, «la música ha mostrado ser una intervención positiva, que no tiene efectos adversos; no es de alto costo y, de acuerdo con una revisión sobre musicoterapia publicada en 2013 por expertos franceses, puede ser perfectamente integrada en programas de apoyo multidisciplinario para personas con alzhéimer».
Fuente: El Mercurio