Desde hace cincuenta años, el uso de los golpes como correctivo ha ido en descenso, pero ¿qué hay de los gritos? Casi todo el mundo les grita a sus hijos en algunas ocasiones, incluso los padres que saben que no funciona. Actualmente, gritar podría ser la tontería más generalizada en cuanto a crianza.
En las casas donde los gritos son recurrentes, los niños tienden a desarrollar una baja autoestima e índices más altos de depresión. Un estudio de 2014 publicado en The Journal of Child Development comprobó que gritar produce en los niños secuelas similares al castigo físico: altos niveles de ansiedad, estrés, depresión y un aumento de los problemas de conducta.
A lo largo de tu vida como padre, ¿cuántas veces pensaste, después de gritarles a tus hijos: “Bueno, fue una buena decisión…”?
Gritar no hace que te vean como alguien con autoridad, sino como alguien fuera de control. Te hace ver débil. Siendo sinceros, estás gritando porque eres débil. Gritar, incluso más que que el castigo corporal, es la reacción de una persona que ya no sabe qué más hacer.
Pero a la mayoría de los padres nos cuesta trabajo imaginar cómo llegar al final del día sin gritar. La reciente investigación acerca de los gritos plantea a los padres dos dificultades relacionadas: ¿qué hago en lugar de gritar? y ¿cómo dejo de hacerlo?
Fuente: EL CLARÍN