El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con el fin de visibilizar y poner fin a esta conducta.
La violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual sobre las que apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”
¿Qué ocurre en Chile?
En Chile, a la fecha, van 35 femicidios consumados, siendo la Región Metropolitana la que más tiene (15). Respecto a los femicidios frustrados son 143 casos que se distribuyen entre las 16 regiones, siendo la Región de Valparaíso (29) y la Metropolitana (32) las más propensas a esta violencia de género.
De acuerdo a los datos obtenidos de ONU Mujeres, el 35% de las mujeres en el mundo han sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida, es decir; 1 de cada 3 mujeres.
Frente a lo anterior resulta importante reconocer los diferentes tipos de violencia, a lo largo de la vida de las mujeres en las prácticas naturalizadas como: la mutilación femenina, los matrimonios forzados, las violaciones como arma de guerra, la trata y explotación sexual, el acoso sexual, la feminización de la pobreza, la baja participación en el mercado laboral y la discriminación laboral, entre otras.
¿Cómo afrontar la violencia?
La Psicóloga de Centro Médico Cetep Fernanda Moreno Urrutia señala que “lo importante es estar presentes y que sepan que puedan contar con la presencia de alguien, ya sea de un/a/e cercano, amistades, familia, profesionales que estén realizando acompañamiento. Es muy relevante reforzar las redes de apoyo, ya que una de las formas que tienen las personas que ejercen violencia, es aislar a la víctima”.
Respecto al proceso de desvictimización en psicología, es poner en marcha la recuperación de su identidad, la autovaloración y capacidad, incluyendo la restauración de la autonomía personal.
“Puede aparecer, para quien acompañe a una víctima de violencia de género, cierta frustración, ya que muchas veces están bajo un círculo por lo que se les hace muy difícil salir (conocido como círculo de la violencia) pero es necesario que puedan saber que cuentan con alguien y que esta persona la escuchará” comenta la psicóloga Fernanda Moreno.
El amor romántico y la violencia
Cabe destacar que “la violencia de género tiene el respaldo de una estructura social donde está llena de estereotipos y construcción desde el amor romántico, lo que hace que ciertos actos de un hombre puedan confundirse con la idealización del amor” explica Fernanda Moreno Urrutia.
También, la psicóloga habla de que “además, esta violencia se enmarca bajo la primicia del poder y los roles de género. Hay características que definen los vínculos violentos: asimetría entre las partes (poder) y jerarquía en las diferencias (roles de género)”.
Por su parte, la psicóloga de Centro Médico Cetep, Romina León señala que “es importante visibilizar la violencia en el pololeo. El amor no es control, el amor no aísla, no presiona ni obliga. El amor te incentiva a desarrollar tus intereses y mantener tus relaciones de amistad y familia”.
Y agrega “el amor no engaña ni esconde, no te hace sentir preocupado o asustado de tu propia conducta o de los efectos que tenga en tu pareja. El amor no somete, no te ignora, así como por supuesto no te insulta, te grita o te golpea”.
Fernanda Moreno Urrutia nos presenta el Modelo Duluth, que se basa en el comportamiento de quien ejerce violencia, desde lo emocional, físico, incluyendo la violencia vicaria, que se traduce en el uso y manipulación de las hijas/os/es para violentar a la madre. Este modelo está constantemente siendo revisado, ya que un hombre violento siempre buscará nuevas formas de ejercer violencia.
Finalmente, cabe destacar que en ningún caso la responsabilidad es de la mujer a la hora de hablar sobre la violencia que puede estar viviendo, resulta trascendental no otorgarle la responsabilidad a la víctima, ya que nunca lo es.