Es común que los niños y adolescentes sean inquietos, curiosos y tengan dificultades para concentrarse en ciertas tareas. Sin embargo, cuando estos comportamientos se vuelven persistentes, intensos y afectan su desempeño escolar, social o familiar, es importante considerar si estamos frente a un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y no simplemente ante una hiperactividad “normal”.
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por dificultades en la atención sostenida, impulsividad y una actividad motora excesiva. Aunque puede manifestarse de distintas formas, su impacto suele ser significativo en la vida cotidiana del niño o adolescente. A diferencia de la hiperactividad esperable en ciertas edades, el TDAH no desaparece al cambiar de ambiente o con el paso del tiempo, y suele generar frustración, bajo rendimiento escolar y conflictos interpersonales.
Un estudio en el que participó el Ministerio de Salud y Universidad de Chile, cuyos resultados se citan en un artículo de 2022, estimó la prevalencia del TDAH en Chile en 10,3% para la población de 4 a 18 años. Esta cifra subraya la importancia de contar con herramientas para identificar el trastorno a tiempo y evitar diagnósticos erróneos o tardíos que pueden afectar el desarrollo emocional y académico de los menores.
Alejandra Rojas, psicóloga de Grupo Cetep señala al respecto: “El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se manifiesta principalmente en dificultad para concentrarse, seguir instrucciones, terminar tareas, olvidos frecuentes, sumado a movimiento constante, dificultad para permanecer sentado, hablar en exceso, dificultad para esperar turnos, interrupciones frecuentes, etc. Importante mencionar que estos síntomas se manifiestan en más de un contexto, es decir, no solamente en casa, también en la escuela, y que interfieren significativamente en la rutina diaria del niño o niña.”
Para diferenciar el TDAH de una hiperactividad típica, aquí van algunos consejos clave:
1. Observa la persistencia de los síntomas: Si la falta de atención, impulsividad o inquietud se mantienen por más de seis meses y en distintos contextos (escuela, casa, actividades sociales), podría tratarse de TDAH.
2. Evalúa el impacto funcional: ¿El niño tiene dificultades para seguir instrucciones, completar tareas o mantener relaciones con sus pares? El TDAH suele interferir en múltiples áreas de la vida.
3. Evita etiquetar sin diagnóstico: No todo niño inquieto tiene TDAH. Es fundamental acudir a profesionales especializados para una evaluación completa.
4. Fomenta rutinas y estructura: Los niños con TDAH se benefician de ambientes predecibles, con horarios claros y tareas divididas en pasos simples.
5. Busca apoyo interdisciplinario: Psicólogos, neurólogos, psiquiatras y educadores pueden trabajar en conjunto para diseñar estrategias de intervención efectivas.
Distinguir entre una inquietud propia de la edad y un trastorno como el TDAH es clave para brindar el apoyo adecuado. Con información, sensibilidad y redes de apoyo, es posible transformar el diagnóstico en una oportunidad de crecimiento.